EL CAPOTE ROJO
Antes de cruzar por el paso fronterizo de Friedrichstrasse, nos demoramos un buen rato
en la estación porque la grabadora no funcionaba. Marta se puso nerviosa y se fue a buscar una cabina. Menos mal que íbamos contracorriente. La cola del este al oeste era descomunal y aumentaba constantemente. Cuando uno quiere estrenarse como periodista parece que necesita un micrófono, un foco, una pose, algo que te permita presentarte como tal ante las personas a quienes pretendes avasallar. En mi juventud yo también soñaba con la técnica y hasta le dije a mi padre que me apetecía estudiar cine, algo que no estaba para nada en los planes. … Él me contestó que teniendo en cuenta que yo manejaba a las mil maravillas el bolígrafo y el papel , y que salían mucho más baratos que las cámaras, no había más que hablar. Desde entonces me apaño con lo puesto.
Aquel día el guarda fronterizo no me miró a los ojos, sino al abrigo.
Marta abordaba a la gente y yo escribía. Las respuestas en la primera cola fueron decepcionantes.
-¿ Y qué quiere hacer usted en Berlín Oeste?
- Quiero ir al Kudamm, a ver las tiendas.
- Yo al Kudamm
- Pues yo quiero ir al Kudamm
No iban a poder comprarse nada. ¿Para qué necesitaban ir al Kudamm?
Con este panorama, se nos olvidaba el artículo y empezábamos a dar consejos y direcciones.
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