DOCUMENTOS DE BABEL

1. SALVAPANTALLAS

Estaba de moda empezar el menú con un cadáver. Ya le dije a Patrick que una granada de aperitivo, nada más sentarse a la mesa, me parecía un poco fuerte. Tengo el estómago delicado desde que empecé a viajar.

Supongo que acepté aquel contrato porque estaba..., ¿cómo iba a estar despues de cinco años de inanidad profesional, sentimental y todos los -ales que le quepan a uno en la lengua? EI aburrimiento mueve el mundo, que sí hombre, aunque lo dijera Unamuno y no toda esa patrística posmoderna chapada a la nacional.

La verdad es que nunca me interesó la televisión, ni para bien ni para mal. Cuando me cambié de casa no puse antena y dejé el aparato en un rincón por si volvía a montar algo en vídeo. Pues así como son las cosas y recordándome aquello de "todo tiempo pasado fue peor", conocí a un francés en el tren que producía series y alguna película cerca de Babelsberg. Me dijo que iban a necesitar ayudantes de producción trilingües en verano, yo me declaré cuatrilingüe, preguntó que si tenia experiencia , bien sûre, hasta me viene de familia: mi abuelo era carpintero en los Estudios Bronston. Me dio una dirección, un número de teléfono y ciao, I`ll see you in Babelsberg. No sé por qué, pero pensé que el lugar en cuestión estaba más cerca; me acordaba levemente de haber leído algo en una historia del cine mudo...

(No, esto no es creíble, errores así con la cinefilia que me ha alimentado no son permisibles. Dejémoslo en...)

Fue un momento de amnesia voluntaria. Me bajé del tren en Colonia y compré un mapa de carreteras. Repámpanos, cuando vi donde quedaba. Me había marchado de Berlín durante el proceso de reunificación alemana con la intención de no volver. En fin, nunca digas nunca jamás a no ser que merezca la pena.

Estábamos con el cadáver, virtual, por supuesto. Patrick me instaló un asesinato a cámara lenta en el Mac para empezar la sesión de trabajo. Quería que perdiera los escrúpulos, de manera que me sustituyó las bombitas por una imagen más individual. Y no me molestaba. Sus detalles me parecían ridículos y, a decir verdad, a mí el estómago se me fastidió por otros asuntos de más envergadura. Qué se piensan estos managers de tres al cuarto cuando le encargan a una mujer montar unos reportajes sobre guerra y canibalismo. No me había notado las raíces caribes en los dientes, la sed de sangre de jefe on the rocks.

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